sábado, 28 de noviembre de 2009

RAPSODIA EN AGOSTO, EL PRECIO DE UNA CULTURA II

Dentro de sus hermanos recuerda a Suzukichi, que luego de quedar calvo en el atentado se encerró en un cuarto el resto de su vida a dibujar ojos. Los niños empiezan a examinar porqué un ojo. Su abuela les responde que es el ojo de la explosión, y aparece aquí la imagen más aterradora del film, un ojo enorme, dentro del cual se proyecta la imagen del hongo atómico visto desde arriba y dentro de él hay un punto radiante, tal vez, la bomba. El ojo que atemorizó a su hermano hasta la muerte y que ella sigue recordando con temor, es un ojo verde, y hay que tener en cuenta de qué color tienen los ojos los estadounidenses.

Durante este tiempo la abuela recibe la visita de una amiga, en la cual ninguna de ellas pronuncia palabra alguna, amiga que también fue víctima de lo sucedido, amiga que también perdió a su esposo. “Hay cosas que se pueden decir sin recurrir a las palabras […] hay gente que guarda silencio mientras conversa” responde Kane a la curiosidad de sus nietos que no entienden cómo se pueden pasar horas en una visita sin usar palabras, se asombran por “la comunicación silenciosa”, son los representantes de la cultura occidental dentro de la película. Para compartir el dolor no se necesita hablar, ni llorar, ni gritar; las dos ancianas son conscientes de la soledad en la que la otra vive. Solo se acompañan por un tiempo para recordarse que nos son las únicas que sufren viviendo en el pasado. He aquí el reflejo de la división de culturas que se nombró anteriormente, que estudiando a fondo, también se vive en Latinoamérica.

Este silencio conmovedor, que alcanza metas que las palabras nunca lograrían, es importantísimo dentro de la producción del film, ya que refleja la cultura japonesa, pero también el sufrimiento silencioso por el que pasan muchos seres en el mundo, cansados de llorar y de demostrar lo que sienten, cuando no hay más que decir o hacer. Lo único que queda es esconder el dolor en sus ojos.

En una carta uno de sus nietos pide que el supuesto hermano mayor de la abuela diga los nombres de sus hermanos para comprobar que sí es quien dice ser, y efectivamente, es su hermano. Ella decide viajar después de oficiar el día de la conmemoración a los fallecidos del 9 de agosto. Su nieto en un telegrama enviado a Hawai, informa sobre la situación.

Cuando sus padres regresan a casa ya el telegrama ha sido enviado, y ellos se enfurecen porque aseguran que sus nuevos familiares van a sentirse incómodos y ya no van a querer ayudarlos económicamente. Al llegar sus conyugues, manifiestan que están allí porque hace mucho tiempo que no visitan a la abuela, y desean agradecerle por cuidar a sus hijos. Después de esto empiezan a hablar de las propiedades y el dinero de la familia norteamericana, uno de los niños le dice a su madre:” mamá… viniste a visitar a la abuela. ¿No quieres saber cómo está?” y el silencio se adueña de la situación, ya que el niño demuestra la realidad. A pesar de que por su abuela están saboreándose de lo que será un futuro prospero, a ellos poco les importa como está, el materialismo encuentra su punto máximo de desarrollo.

El hijo de Suzujiro, Clark, llega a Japón, para ayudarle a la abuela en lo que ella necesite, es una persona dispuesta a conocer la historia de su familia, todo lo contrario de lo que se imaginaron los hijos de Kane. Está claro que la culpa no es de ninguno de ellos, la culpa la tiene el conflicto bélico que nace por la búsqueda del poder o la riqueza absolutos.

El 9 de agosto durante la conmemoración de la muerte del esposo de la abuela, Clark acompaña respetuosamente los ritos budistas, y le pregunta al hijo de Kane el significado de unos caracteres puestos en medio de los nombres de las víctimas. Él responde: “Nos veremos todos en el más allá”.

Después de esto ocurre algo que puedo asociar a dos motivos, Clark y el nieto menor de la abuela ven una multitud de hormigas dirigiéndose a una rosa, pero no van en el mismo sentido, unas van devolviéndose, otras en otro camino, pero finalmente se encuentran allí. Lo primero que puedo decir de esto es que se relaciona con el significado de los caracteres que pregunta Clark, “nos veremos todos en el más allá”, sin importar qué camino sigamos, qué hagamos en nuestra vida, o qué tan lejos esté, todos llegaremos a ese estado espiritual llamado muerte. En segundo lugar puede verse, en esta actitud de las hormigas, la reacción que tuvo el pueblo japonés después de la explosión, la rosa como hongo atómico a donde todos los japoneses llegaban a buscar a sus muertos, rogando que no lo estuvieran, como hace la abuela, en el final de la película, cuando su mente y las condiciones atmosféricas la traicionan, haciéndole creer que la tragedia ha vuelto a ocurrir. Ella, luchando contra la tormenta para llegar a Nagasaki, igual que las hormigas que van a la rosa; y adicionalmente encontramos a Clark y al niño, dos generaciones, quitando los tabús, dejando de esconder por beneficio, como lo hacen los hijos de Kane, dejando de obligarse a olvidar y de negar su historia, como lo hace el gobierno japonés por contar con el patrocinio de los Estados Unidos, abriendo su mente y reconociendo su pasado.

La intensión del autor es demostrar que Japón, al igual que el mundo, no tiene memoria, olvida las miles de victimas humanas para conseguir un beneficio económico.
Puede asegurarse que la reacción del público ante al estreno del film el 14 de noviembre de 1991, fue recordar y adolecerse por lo que alguna vez ocurrió. Además lamentarse por la vulnerabilidad de su cultura ante la contaminación materialista de parte del país norteamericano.
DEYDRA ACERO

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